En muchas ocasiones, se tiñe el suicidio de un romanticismo estúpido, que casi honra a aquellos tan cobardes o enfermos como para quitarse la vida.
El de la fotografía que ilustra este artículo no es uno de los más conocidos, pero sí se considera uno de los más hermosos, por lo menos a nivel gráfico. En realidad, con el mismo título que encabeza este artículo, el suicidio más hermoso, fue el que eligió la revista Life para titular su artículo. Y es que, Evelyn McHale, la hermosa mujer que yace muerta sobre el techo de un coche tras haberse arrojado al vacío desde la cima del Empire State Building, aparenta estar lánguidamente dormida. Detalles casuales, pero sorprendentes, como la pose de su mano, que parece acariciarse el collar, la boca entreavierta o las piernas cruzadas a la altura de los tobillos, no hacen sino corroborar esta sensación.
Cuando la besé y le dije adiós, era tan feliz y normal como cualquier otra chica a punto de casarse.
Barry Rhodes, prometido de Evelyn McHale al enterarse del suicidio de ésta.
Lo más curioso, fueron las circunstancias que rodearon su suicidio, pues sorprendió a propios y a extraños. Evelyn era una chica de 23 años que ese mismo día, había estado celebrando el cumpleaños de su prometido, Barry Rhodes. Probablemente, fue en el tren, de regreso a su casa, cuando decidió matarse. Se cree que, justo antes de subir al Empire State Building, entró en un hotel donde escribiría su nota de suicidio:
No quiero que nadie, dentro o fuera de mi familia, vea algunas partes de mí. ¿Podrían destruir mi cuerpo incinerándolo? Te ruego a ti y a mi familia: no hagan ninguna ceremonia o conmemoración por mí. Mi prometido me preguntó si quería casarme con él en junio. No creo que fuera una buena esposa para nadie. Él estará mucho mejor sin mí. Díganle a mi padre que tengo muchas de las tendencias de mi madre.
Nota de suicidio de Evelyn McHale.
¿Qué llevó a una chica joven, atractiva y que justo acababa de estar de celebración a decidir suicidarse? En la nota de suicidio deja entrever que tal vez tuviera algún tipo de trastorno psicológico o patología psiquiátrica que ya arrastró su madre. De lo que pudo haber sido su vida, solo queda una fotografía, no obstante bellísima, de su muerte, obtenida muy oportunamente por el estudiante de fotografía Robert Wiles.