Como tantos otros, Ryan Weideman llegó a Nueva York en la década de los 80, cargado de sueños y pasiones. Pretendía convertirse en un reputado fotógrafo, sin embargo, pronto se dio cuenta de lo difícil que iba a ser poder vivir de esa profesión en la gran manzana. Así, inspirado por su vecino, decidió hacerse taxista para ganarse la vida. No obstante, nunca abandonó su afición por la fotografía y, durante 40 años, se dedicó a fotografiar a muchos de los pasajeros que subían a su coche.
Sus obra, influenciada por otros fotógrafos como Lee Friedlander y Mark Cohen, es un microcosmos dentro de otro, un reducto de intimidad en una burbuja de cuero y metal, en medio de la ciudad que nunca duerme. Todo ello, envuelto por la idiosincrasia nocturna y urbanita de varias décadas.
Como curiosidad, además de coincidir con personajes famosos como la actriz Dianne Brill o el escritor Allen Ginsberg, muchas de sus fotografías son «selfies«, en una época en la que ni siquiera existía ese concepto.
Parece ser que, al final, el sueño de Weideman se hizo realidad. Pues ha acabado convertido en un reputado artista, cuyas fotografías se han exhibido por todo el mundo. Como muestra este vídeo sobre una reciente exhibición de su obra en Barcelona:
Si os ha gustado la particular obra de Ryan Weideman, no dudéis en haceros con este libro que recopila sus mejores fotografías en el interior de su taxi.