Siempre me han resultado curiosos los vínculos entre el Cristianismo y otras religiones consideradas paganas. Cuando uno lee sobre los mitos de, por ejemplo, las religiones politeístas griegas y romanas, no puede evitar sorprenderse ante las muchas similitudes que existen entre ellas y la religión Católica. Después de todo, se solaparon durante varios siglos y la mejor forma de imponerse que supo aprovechar el Cristianismo fue mediante la asimilación de mitos, festividades y cultos paganos. Un ejemplo perfecto de esta tendencia de asimilación es el mito de Pandora, el cuál, como veréis, guarda sospechosos parecidos con la historia de Adán y Eva narrada en la Biblia.
El mito de la caja de Pandora
Existen varias versiones del mito, siendo quizás la más conocida la del autor griego Hesiodo, pero todas comparten rasgos comunes y son, en esencia, similares.
Pandora fue creada por Zeus (Júpiter en Grecia), como parte de una venganza contra Prometeo, por haber robado éste el fuego de los Dioses, símbolo del conocimiento y la inteligencia, para entregárselo a los hombres. Zeus, que otra cosa no pero vengativo era un rato, encargó a Hefesto (Vulcano en Grecia), que creara un ser, la mujer, que fuera tuviera todos los dones, pero fuera, a su vez, la portadora del mal y la desdicha de la humanidad, pues hasta entonces, los hombres, habían vivido libres de males. A Afrodita le encargo que la dotara con su belleza y su sexualidad, a Atenea con su sabiduría y su lucidez, pero a Mercurio (Hermes en Grecia), símbolo de la voluntad divina, le encargó que sembrara su corazón con la oscuridad de las mentiras e hiciera su ánimo tan mutable e inconstante, que fuera inalcanzable. Había nacido la primera mujer.
Zeus la envió a la tierra, con una caja, pero le pidió que no la abriera jamás. Cuando Epimeteo encontró a Pandora, el impulsivo e irreflexivo hermano de Prometeo, se enamoró perdidamente de ella. Se casaron. Pero, tras la boda, Pandora no pudo evitar la tentación de abrir la caja que le había dado Zeus y escaparon todos los males. ¿Acaso podía hacer otra cosa? Atenea le había otorgado el don de la inteligencia… ¿Y cómo se alimenta la inteligencia sino tratando siempre de satisfacer su insaciable curiosidad? Una broma cruel del astuto Zeus.
Cuenta el mito que, no obstante, Pandora pudo cerrar la caja antes de que escapara el último de los males: la esperanza. Y en este punto, siempre he tenido una duda. ¿Es, quizás, la esperanza un mal? ¿Acaso no es lo que nos da aliento para seguir luchando? Aunque, tras el fracaso, ¿no resulta, tal vez, un pérdida de tiempo cruel?
Al igual que la religión Cristiana, la mitología grecorromana comparte una visión machista de la mujer, culpándola siempre de los males y las desgracias de toda la humanidad. No obstante, a diferencia de aquélla, la mitología clásica parece eximir de culpa a la mujer. Después de todo, y parafraseando a Jessica Rabbit, no es culpa suya, «es que la han dibujado así«.
Thomas Benjamin Kennington: Pandora (1908)
Existen un sinfín de representaciones del Mito de la caja de Pandora en el mundo de las artes, tanto en la pintura y en la escultura como en la literatura o incluso la música. Sin embargo, ciñéndonos al arte de la Pintura, una de las representaciones que, particularmente, encuentro más atractiva es este cuadro de inglés Thomas Benjamin Kennington (1856 – 1918).
Lo más singular de la obra de Kennington, además de su cuidada técnica realista, gracias a la cual Pandora aparece bella como la solo podía serlo la primera mujer, ésta se halla en una tenebrosa cueva, como si ya hubiera sido desterrada del paraíso (como le sucedió a Eva), sumida en la más honda tristeza tras haber abierto la caja y comprobado por sí misma lo que contenía. Resulta curioso, por cierto, que la caja esté abierta de par en par, lo que podría indicar, a diferencia de lo que que cuentan la mayoría de versiones del mito, que ni siquiera quedó en la caja la esperanza… Para bien o para mal.